El Secreto  

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Me rondaba. Simulaba no hacerlo, pero ella seducía siempre. Lo hacía muy bien, adrede o como casi siempre, a pesar de sí misma.


Un anochecer, veladamente, sentadas frente al mar y con sus brazos tomándose las rodillas, deslizó despacio rompiendo el silencio: -‘Dime el Secreto’.

Me di cuenta que los aparejos de pesca perdidos en la playa son cosas bien tristes. Todos estamos solos como aparejos abandonados y sin uso. La miré sin sonreír y noté el peso de sus ojos atentos sobre los míos, esperando.

Arrojé al mar las caracolas de Buzios para que ya no me hablasen más que mis propias voces y ninguna otra. Mi alma no necesitaba de oráculos para estar con ella y adivinarla. Guardé silencio midiendo los riesgos -“Quiere el Secreto y esperará paciente, insistente como tiempo de lluvias”-. A veces lloraban sus ojos en conjunción marítima con los míos.

-¿Para qué quieres saberlo?

-Aún no lo sé bien, supongo que para conocerte.

No mentía. De los poderes conocidos tenía de sobra. –‘No te engañes, no es a mí a quien quieres conocer, por ahora, sino a lo que gime dentro de ti, para reconocerlo y ponerle nombre’-.

-‘Dime el Nombre’-, replicó determinada a seguir hasta el final.

Dio con la pregunta clave e intuí que llegado era el momento. Empecé a hablar diciendo:

-“El Camino hacia el Conocimiento es femenino, su nombre es Shekináh, la Diosa Lunar. Los senderos están interconectados -a derecha e izquierda- e invariablemente ascendentes. Son veintidós, transítalos todos pues no podrás eludir ninguno. El gran Secreto es que nunca te creas toda luz ni te pienses toda sombra”.

Me callé súbitamente para observar su boca y anclarme en su alma. Aún quiso más, y agregué:

-Yo, mi querida, soy la Mujer y el Camino. Una sola cosa y no tienes por qué optar. Transítame.

Luego de escucharme, quedó pálida y largo rato abstraída. De pronto, elevó sus ojos al Cielo y me encontró.

La Luna iluminaba el espectro de los aparejos. Transfigurada enteramente en amor consciente, ella volcó todo su cuerpo sobre mí y empezó a recorrerme.

Esa noche, sabiéndome, supo quienes éramos.

This entry was posted on 12 de julio de 2009 at 9:30 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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