Crean celulares que hablan, sacan fotos, videos, revisan mails, atronan ringtones… nos "tontean". Nos interrumpen y distraen. Crean islas de humanos alucinados y ensimismados en su musiquita internalizada. ¿El mundo? Se cae por el borde. Inventan freezers, zapatillas voladoras, autos, laptops, ropa, sex shops, ferias americanas.
Antes de esta voluptuosidad consumista, aquello que no utilizábamos se regalaba a alguien que, de verdad, lo necesitara. Necesidades verdaderas. Ahora, lo que sobra, se revende en un garage o se remata en un portal de Internet. Monedas de lo sobrante.
Las charlas que escucho por la calle son de lo más triviales. La señora pasa con su bolsa de mercado y el aparatito pegado a la oreja y le pregunta al marido: ‘¿tortilla de papas? ¿o te parece mejor milanesas?’. Cosas absurdas. Lo vital nunca se pregunta. Se divagan tonteras para gastar mensajitos de texto disponibles (que deben gastarse sí o sí) o llamadas que uno no quiere hacer... pero sí pagar
Mientras tanto en el amor, así como en las "cosas", se crea la "necesidad" arrojando el anzuelo afectivo… y el hilo se tensa. Tú ya no eres fuerte. Lo fuerte es el hilo. La "necesidad"… y por ella te arrastras, te subastas, te pospones. Se cierra el círculo.
Consumiendo nos consumimos. Paradojas de nunca estar comunicad@s, sino "necesitad@s".