Los Muros y las Cabezas
No sé lo que piensan ustedes. Pero noto que existe una cierta atracción entre los muros (duros) y las cabezas (más duras) que van a dar invariablemente contra los muros, de forma implacable e irresistible.
Ahora, mi duda es si los muros se mueven a voluntad, o si las cabezas tienen una atracción ciega por los muros.
Me explicaré dando algunos ejemplos: mujeres de madura edad, casadas, con hijos (varios) se enamoran de alumnas jóvenes. Las alumnas jóvenes, por supuesto, no saben qué hacer más que estrellar su cabeza contra los muros… una y otra vez. Porque las profesoras (digamos de Geografía) no tienen experiencia más que en topografías, fiordos y equinoccios pero ninguna en sexo lésbico.
Las mujeres casadas y maduras (otras) se sienten atraídas por vecinas -también maduras- y ambos muros cruzan la calle para tocarse el timbre mutuamente (a veces) o se quedan donde están, cayéndose en miradas y subterfugios de caricias que ‘son pero no quisieran ser…o al revés’.
Las enamoradas de ayer dejaron de estarlo, naturalmente, pero de vez en cuando van a echar un vistazo al muro donde partieron sus parietales, una y otra y otra vez. El muro (es decir, la ex) sigue allí, como siempre, inamovible… hay un placer secreto en las corroboraciones.
Las amantes ‘virtuales-cibernéticas’ abrazan ocultamente la primavera de la vida -en un chat- mientras la vida transcurre, desde luego, y las cabezas chocan buscando muros cada vez más compactos y lejanos, pero de LCD y... pasan los meses, las sucesivas estaciones y luego los años. (A estos muros se les pasa un líquido protector de pantallas para que perdure el amor: escaso, pero limpio).
Estamos aprendiendo todas a sentir y vivir... claro está, pero 'abonadas' a las contrariedades.