Mientras vivimos arrobadas, solemos cometer todo tipo de desatinos y desmesuras, incluso, para con nosotras mismas. No dormimos, no comemos y hasta no trabajamos ni estudiamos concentradamente. Estamos completamente fuera de nuestro eje interior y equilibrio. No escuchamos a los demás, ni les prestamos la menor atención. Todas nuestras energías están centradas en el objeto de nuestra líbido, es decir: “ella”.
Corresponde a nuestra naturaleza perseguir afanosamente el elixir que, para amargura de las amantes, se mitiga implacablemente por estas burocráticas cuestiones hormonales.
Ahora bien, la famosa "Luna de Miel" no es una licencia laboral concedida por pura generosidad empresarial. Es un ahorro a futuro. Afirman los especialistas que si la mayoría de los trabajadores experimentasen, al mismo tiempo, ese estado de suprema excitación, las empresas colapsarían, aumentarían los riesgos laborales, la economía se paralizaría y las autopistas estarían atestadas de accidentes. Todo porque estamos "atontadas". Este es el origen de las "Lunas de Mieles" y también la razón de por qué los "amantazgos" son tan provisorios.
Yo misma, cuántas veces escuché el prometedor: "-Me hundo en el océano azul de tu mirada"... poco después, en busca de la navegante que me lo había dicho, la encontraba, esta vez, "hundiéndose" en una pelirroja de ojos color café.
La brevedad de la excitación… ¿Quién puede decir que no lo ha vivido?