Como Tus Senos
Los Caminos de la vida (de cualquier vida) y más de esta extraña vida mía, ganada a pulso de maratón o pasito corto de Hospital, no estarán ‘truncados’ ni ‘trucados’, apenas sí, allanados. Nada puede engañarnos con constancia y menos esa ilusoria farsante: la muerte principesca que por momentos, se adjudica una ‘realeza’ discutiblemente ‘real’ y es, cuando así olvidamos, claro está, que todos somos inmortales.
La serenidad, en cambio, la encuentro al transmutarme en un pequeño pez. Un pecesillo naranja Zen. Aunque no vista jamás un Sari, esos atuendos que usan los Budas, color oro-rubí.
Con mi Consciencia de pez insisto en disolverme (solve et coagula) en esa Consciencia sin cuenco cerebral y sin cuerpo, ni siquiera infinitesimal, que me lleva a la Unicidad.
Y en ella, -atestiguo- en
Simplemente, en
Es, simplemente,
De esta ‘Nada’ devenida en ‘Todo’, con consciencia de sí, los caminos los floto o los trasvaso, los invoco, huelo, palpo y examino.
Contemplo... el ego narcisista es diplomático. El Ser, en cambio, en la persona que soy, es un matojo de cicatrices longilíneas de bisturí, o arrugas interrogantes por dicencias siempre cuestionadas: ¿Quién eres tú? ¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos?
No domino la potencia de los varios nombres con que te nombro. Por si acaso, Dios al revés, a ti… no te nombro.
Mi familia: ¿Cuál de todas? ¿La del esperma y óvulos en el desespero de la hija tardía que llega -¡al fin!- nueve años demorada? Otras re-encarnaciones demoran 1436.99 años. Pido disculpas a mis padres por la tardanza.
¿O soy la hija buscada con la misma tenaz persistencia de una Madre de Plaza de Mayo? (Esa, también, es nuestra familia humana aunque, si quieres, comparto la historia de un pañuelo blanco, si partes tu pan).
Ya que de familia hablamos, mi bisabuelo anarquista (analfabeto y autoditacta) albañil, escultor, dibujante, pintor, fotógrafo, filántropo, documentalista, escritor, colaborador de escuelas rurales y muerto de leucemia, allá por los años ‘70, escribió su última carta a mis 12 años y me la leyó. El tío Mario contaba, entre tímido y orgulloso, cómo, supuestamente, ‘los glóbulos blancos habían vencido al cáncer’ y… yo escuchaba mientras cualquier otra mínima multitud de 1, huía, por ese humano terror de quienes evitan aquello que ‘no comprenden, no saben, no contestan’.
Mi padre, Mariano, obrero... Ultra-sordo, parkinsoniano, desdentado y jubilado, que reía sobremanera porque amaba temblorosamente a mi madre, (tanto pero tanto), que murió de frío desplomándose sobre ella, 57 años después del primer beso, dado a los 19.
Su último aliento, dice mi madre, donde ‘se escapa el alma’, se quedó flotando en el cuarto y por esas cosas de la vida, se enredó entre los pliegues del cortinado. Según ella, mi padre se niega a irse y la sigue cuidando, hasta convertirse en una gardenia mojada que, por las frescas mañanas de Junio, asume la tibieza con que aún, la enamora. Por las noches noches, mi padre se da una vuelta… También regresa cuando le llamo, pero ese otro tema… Murió silenciosamente, el 14 de Junio de 2.007. Mi hermano se encargó de la lápida. Último acto social.
¿Cuál familia, decíamos? ¿La biológica o la de la estrella de cinco puntas que me recuerda la matriz original? Escasa es la inteligencia de avenirse a la sola existencia de un único Mundo… De un sólo plano, de un sólo lado, de un sólo dado… ¿Cuál entonces? Entre todos ellos, de cuál hablamos?
Ahhhhh… Los peces alados me confiesan recelosos, de sus cautelas con los humanos. Dicen que los incitan con su –‘ pica… pica… pececito retardado ¿Dónde te cabe el cerebro que no picas de una buena vez?' -Estos son los pescadores impacientes con piedritas en las sandalias y burbujas en el estómago... Mis peces escupen el anzuelo a
Ellos, los peces, desatan sus amplias y generosas alas y alzan mi cuerpo intacto con puntual fidelidad. Mi propio cuerpo en conspiración con cierto Espíritu díscolo (pero igual de anarquista) me sacude: ¡Despierta! ¿Escuchas el croar de una rana? ¿Es una rana o un hombre que gime? ¡Responde rápido! ¿Qué es prioritario para
Todos los de tu alrededor verán tu luz -sobre todo si pagaste antes la cuenta- pues has visto, previamente, la sombra en tu sombra y la sombra de ella en la pared, setenta veces siete… y más. Un Rosario de senos que en dos, se multiplican. Así como los peces.
Mi juicio, Zoroastro-Nieszchiano, no es indulgente sino justiciero de toda Justicia. Mi Espíritu, conforme el linaje que me precede, es mesuradamente exigente. No quiere seres de rocas, hombres que croan… ranas que gimen… El condescendiente Gran Espíritu, tarde o temprano, saca a relucir su billetera y paga fianza y peaje (por las dudas que el camino sea largo y no de ripio…)
Eso sí, viví lo mío. Y lo tomo con la legitimidad absoluta que me otorga el derecho de reclamar lo que no sujeto, pero sostengo: ese perentorio grito que escribió ella -con su nombre y apellido- en mi sangre. Y, claro, acudí. La llevaba escrita en mí, desde antes de nacer, en mi genoma humano. –‘Leticia: ¿Temes a tu destino?’ Me disolví en sus ojos -que eran otros, pero con la misma antigua, idéntica mirada- y me anclé después en su cintura… 104 orgasmos en 72 horas es confirmación exacta de un contrato que unen las almas rubricadas sin Notario.
Noto que me explico ¿Verdad?
Nunca nadie ha ‘perdido’ a nadie. Sólo, si una es persona advertida, se recobra lo olvidado. Los ángeles del olvido fueron espantados con machetes de rosas. Y si los ángeles- ya sabes- preguntasen por ti, les diré que te busquen en tu sonrisa de mujer recién amada. Es una buena carta de presentación, cuando las palabras son hilillos verdes azulados.
Los intentos de cardúmenes, persistieron con la faena, mis boyas y aparejos esperaron lo prudente y en la espera (ya se sabe) se recupera la primera inocencia. Después de todo el fuego, ella, retorna por su Imperio. Una reconoce bien a una Reina y depone toda intentona de defensa. Quien ingresa a
Los hombres (a diferencia de los cardúmenes) a veces no memoran con claridad la entrada a
Como tus senos...