El Salvataje  

Posted by La Maga in ,


Después de la lluvia, el cielo asume ese violeta imprevisto o el púrpura cristal con que te asombras y me sorprendes, por la quietud que todavía, te deslumbra.

Hincadas las dos, simples mujeres de tierra, ceramistas de vasijas con raicillas y apenas caídas las últimas gotas del vendaval, nos dimos a la tarea de un salvataje peculiar: cuatro rosales casi agónicos presas de un Thuja espesa, medianera y expansiva.

Las manos tenías y el cuerpo, salpicado de agua y barniz, el mismo con que pintabas el galponcito de madera trasero…pero las rosas nos convocaban a otra tarea. Hay cosas que, definitivamente me duelen: la pala no la tomo como antes ni la clavo con el vigor de antaño, la esgrima contra la gramínea pertinaz y ociosa toma victoria en la partida. Pero aún sé de brotes, podas, rosas y malezas. Aún puedo indicarte cuánto, pero cuánto, necesito de tu ayuda.

Barniz, barro y la noche. Te veo pedir permiso a la tierra y me das en mano (con las raíces intactas) los cuatro rosales trasplantados en salvataje para nuestro jardín zen (uno nuevo… otro más) que imaginamos con cañas tacuaras aserradas, piedrecitas ocres y blancas, más barro.

Nos detuvimos. En la oscuridad nos arrodillamos una y la otra, el instante era magno...cavamos la tierra y… simplemente, creamos belleza. De la que raspa, rasguña, se resiste, se debate: pero belleza impostergada.

El placer compartido se extiende como las alas púrpuras con que te cubre todo el cielo. Orión queda expectante, como siempre.

Nos hicimos de otras grandes bolsas de piedritas de colores, medimos el desnivel del terreno tras el torrente de agua. Nos amamos antes, con igual arrecio en la espera del fin de la tarde... y la lluvia. Bajamos las escaleras del cuarto superior en busca de café. Miramos fuera por la ventana de la cocina. Sobre ella, algunos cuenquitos donde cocinamos los alimentos sencillos. Simples e ingrávidos como el vapor que nos rodea. ¿Levitamos? Sí..algo se desprende.

Las catorce ventanas de una casa de 60 mts nos dan un paisaje vasto. Lo árboles, que también cuidamos, florecen en el otoño que llega. Tu amor me hizo amar por primera vez, los rigores del invierno así como me arrojo, suelto mi cuerpo y giro acostada en la grama verde y semimojada, como un pequeño ser nocturnal mientras me miras y te doy cobijo en mi abdomen, pequeña hortelana, en mis brazos y mi cintura.

El sol es una luz que entrecierra el verde transparente de tus ojos de espinillos y montañas. Mujer de río la una y de tierra la otra. Miramos la obra hecha, desde el descanso del par de sillas bajo el roble y el silencio nos rodea más nítido. La sierra de podar queda abandonada en el suelo, el periódico dominical sin leer. Vuela una calandria y te la señalo… y retornas, mujer, a tu mansa pintura.

Ambas… culminamos un vuelo para introducirnos en otro.

This entry was posted on 28 de mayo de 2009 at 7:41 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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