Lesbianismo o el miedo a mentir
Cuatro historias.
Julia vive dentro del closet. Nunca visibilizó sus sentimientos. Fue mujer casada (ahora, divorciada) y cumplió con todos los rituales pre-asignados: fiesta de quince con vestido vaporoso y taco aguja, casamiento antes de los treinta y noche de bodas en el Alvear Palace. Luego, llegaron los hijos. Sólo dos, familia tipo. Tipo destinada al fracaso. Mujer sola.
Natalia, en cambio, va a
De Vane… ¿quién puede sospecharlo? ¡Es tan femenina! A sólo cinco centímetros de ser una Dotto Model. La asedian una larga lista de hombres de todas las edades. Sale con todos, pero se queda con ninguno. No, por más de un mes. “¿Por qué ‘no le duran?”, pregunta la madre confundida… Vane no responde.
Celeste vive en un pueblo. No tiene amigas ni amigos. Es una chica rara. No sale nunca. Teclea todo el día en la compu.. . A nadie le habla. “Es inútil que la invites, te va a decir que no”. No al cine, no a bailar, no a tomar un trago, no a la plaza del pueblo. Solo ella y la pantalla. No es una chica ruda, sólo ensimismada.
¿Alguna de las cuatro parece lesbiana? No. Por donde las miren. El miedo a salir del armario no sólo implica pánico al rechazo social, sino un terror angustiante por haber mentido tan bien. ¿Cómo dar un giro de 180 grados ante familiares y amigos que han supuesto de nosotras, todo lo contrario? ¿Cómo decir que todo, todo, todo lo dicho fue falso? Ellas se preguntan: ¿Me rechazarán por tortillera o por haber (les) mentido todos estos años?
¿Te cuesta salir del armario? Y si saliste ¿cómo?